Enrike Renteria

Enrike RenteriaDe formación autodidacta, su inclinación a la pintura se manifestó de modo innato desde su adolescencia. No podía ser de otro modo en un pintor vocacional como Enrike Renteria. Pero lo que comenzó siendo "algo totalmente natural", según sus palabras, se convirtió luego en un "vicio" auténtico, en una vocación compartida con otros trabajos que no menguaron su pasión por la pintura.

A lo largo de su vida mantuvo intacta esta actitud y luchó a fondo para continuar pintando. Así Renteria, entregado al ejercicio pictórico, permaneció siempre atento a los matices propios del medio natural. Un brillo o un reflejo, la humedad de la lluvia, la niebla del amanecer o la calidez del sol poniente, son algunos de los motivos recreados en sus cuadros. Al aire libre, apuntando cada matiz, cada vibración de la naturaleza.

Paisaje emocional

Paisaje emocional es una exposición que rinde homenaje a Enrike Renteria. Un pintor que supo captar el entorno con la emoción y la intensidad de quien ama profundamente su tierra. Cada lugar, cada rincón descrito en sus lienzos pertenece a un espacio vivido, a un momento sensible de su biografía. Sus paisajes tienen alma y poseen la misma humanidad que su autor. Un hombre noble, honesto, de honda religiosidad y muy arraigado a su pueblo. Sus cuadros manifiestan un pintar con honradez, al margen de estilos o formas; un pintar con sentimiento que busca la parte espiritual de las cosas.

De formación autodidacta, su inclinación a la pintura se manifestó de modo innato desde su adolescencia. No podía ser de otro modo en un pintor vocacional como Enrike Renteria. Pero lo que comenzó siendo "algo totalmente natural", según sus palabras, se convirtió luego en un "vicio" auténtico, en una vocación compartida con otros trabajos que no menguaron su pasión por la pintura.

A lo largo de su vida mantuvo intacta esta actitud y luchó a fondo para continuar pintando. Así Renteria, entregado al ejercicio pictórico, permaneció siempre atento a los matices propios del medio natural. Un brillo o un reflejo, la humedad de la lluvia, la niebla del amanecer o la calidez del sol poniente, son algunos de los motivos recreados en sus cuadros. Al aire libre, apuntando cada matiz, cada vibración de la naturaleza.

Paisajes abiertos e interiores, de iglesias y ermitas, componen la geografía próxima que el pintor traslada a sus cuadros. La iglesia de Santa María y otros parajes peculiares de Amorebieta, como la plaza o el puente; los alrededores cercanos ligados al ámbito rural y ciertos interiores familiares que siempre respiran hacia una vista exterior, ya sea la torre de la iglesia o un fondo de montañas y cielos de amplios horizontes.

La obra de Renteria se acerca por convicción a la imprenta impresionista, en el color o en la captación de la luz; pero se distancia de ella por la presencia del dibujo como base de la pintura. Su trayectoria pictórica evoluciona desde la espontaneidad del color, en sus primeros cuadros, hasta un trabajo posterior mucho más elaborado dominado por el dibujo. De este modo realiza pinturas que reflejan un sentido narrativo, ingenuo, de carácter costumbrista y popular. Mientras, otros lienzos ofrecen un rico repertorio unido al paisaje y a la naturaleza que en ocasiones llega a visiones casi simbolistas y naif, de dibujo abocetado atento a los detalles; e incluso al final, su obra acusa cierto exceso de tono cromático.

Era Enrike Renteria un hombre que tenía la inquietud de conocer el origen de las cosas y su afán de conocimiento le llevó a la recuperación de restos arqueológicos, estelas y piedras inscritas que encontraba en los parajes donde acudía a pintar. De excelente memoria, conocía a la perfección las historias y personajes locales, lo mismo dibujaba un croquis con la situación de los puentes viejos de Amorebieta que representaba una típica escena de mercado en la plaza al estilo de otros tiempos, guiado por imágenes de fotografías antiguas.

El artista parece sentir la necesidad de evocar el pasado para buscar en él las raíces de su pueblo. Hay en su obra una parte de ensoñación, de visión mística de la realidad. Y es que Renteria, al igual que a otros tantos artistas vascos, sufrió las consecuencias de la guerra civil y la difícil situación de la posguerra, lo que no sólo interrumpió bruscamente su trayectoria y aspiraciones estéticas, sino que afectó especialmente a su ánimo. Así la sensación de ruptura y de pérdida se apoderó del pintor.

Por otro lado, las escasas exposiciones individuales de su obra demuestran su modesta intervención en la vida pública, a pesar del apoyo crítico obtenido. Tal vez porque tenía "la cualidad de la timidez" que ha distinguido al arte vascongado, como bien decía Miguel de Unamuno. El caso es similar a la actitud reservada de artistas vascos contemporáneos a él, como Enrique Nieto Ulibarri o Jesús Basiano; y muy distinto al de su amigo José María Ucelay. El pintor de Bermeo realizó, con su característico estilo lineal, un estupendo retrato de Renteria, en 1970, en una de sus habituales visitas al artista de Amorebieta. Éste sentía gran admiración por su arte, juntos pasaban largas horas conversando sobre la pintura, y en verdad, sus cielos bien pueden relacionarse con los de Ucelay. También, siendo albacea del legado de los herederos de Adolfo Guiard, recogió de él algunos de sus rasgos.

Centrado en su pintura Enrike Renteria creó una obra muy personal inscrita en el gusto por la pintura al aire libre, vinculado a las experiencias sobre el paisaje imperantes por entonces en el País Vasco y herederas, a su vez, de la tradición impresionista anterior de artistas como Regoyos, Gulard o Amárica. Pero los paisajes de Renteria participan de la vertiente romántica decimonónica, buscan en la naturaleza la expresión espiritual, poética, del alma y sobre todo, expresan su honda emoción ante el paisaje, ante la vida.